lunes, 5 de julio de 2010

¨AQUELLO NO ERA TRABAJO, MAS BIEN ERA UNA FUNCION¨ Domingo 4 de julio de 2010








La tradicional yerra en el campo de ¨los Ponti¨ congregó a una multitud que en una jornada desapacible, de viento y tierra, le hizo caso omiso a las circunstancias climáticas y disfrutó a pleno de las tareas rurales. Pasado el mediodía dieron buena cuenta del locro, las empanadas y los costillares dorados a la estaca.

El pasado domingo 4 del cte el Establecimiento Sol de Mayo, de la familia Ponti, fue el epicentro de una tradicional celebración que no contempla ninguna festividad en especial ni acontecimiento cronológico familiar pero si una fecha en la que se rinde culto a las habilidades proverbiales de los hombres de campo, los menchos de estancia como se los denomina en la provincia de Corrientes, con la realización de la yerra de marcación y otros aditamentos de la nueva camada de animales nacidos en la última generación.
Dicho de esta manera suena o se lee casi como una obligación laboral como tantas otras en el calendario de actividades de una explotación de envergadura pero yendo hasta el hueso la cita tiene connotaciones afectivas que tiñen a la jornada de una coloratura muy pero muy especial.
Desde varios dias atrás los preparativos involucran a muchas personas tanto en el aspecto específicamente laboral como en el de infraestructura propiamente dicha y que sirve de especial condimento a un todo en el que no debe faltar nada.
Ello tiene relación con la comida especialmente, que servirá para agasajar a propios y extraños, hasta puede ser que estos sean más que los primeros, no vaya a creer.
Es así como el dia del jolgorio desde la primera hora arden los troncos de leña mientras el asador en jefe, el omnipresente ¨Gringo¨ Arias , robusto y de tez rubicunda, prepara los costillares y las estacas que a la hora señalada serán expuestas al calor de la llama.
Mientras tanto una pleyade de ecónomas incorporadas para la ocasión ayudarán a Doña Silvia, la dueña de la pelota, a preparar las empanadas.
A la vera de la lumbre, atizada en este dia por ráfagas de viento cada vez más prepotentes, trajina desde hora muy temprana como corresponde Doña Myriam Málaga coccionando un locro con la silente colaboración de su adlátere y compañero en la vida, el Zurdo Santillán.
Todo este panorama se moviliza aún más con el inicio del trabajo de corral que se prolongará durante toda la mañana hasta que pasado el mediodía ¨il capo¨ Marco, desde el equipo de sonido que se ubicó frente al comedero, dirá que es la hora de comer e invita a todo el mundo privilegiando en los primeros acomodamientos estructurales a los que fueron actores de ¨primo cartello¨. los peones, quienes pasarán por un lavadero antes de apoltronarse en sus lugares preferidos.
Allí comenzará la segunda parte del convite con la irrupción de las empanadas, doradas y sabrosas, deliciosos cortes de chorizos, platos de locro a mansalva y en el final el asado. De postre, los mozos acosarán con cajones de mandarinas y también
pastafrolas en cuadraditos.
El viento es protagonista ineludible de la jornada pero a pesar de ello cumplimentada con creces el segmento manducatorio será el momento de la expansión musical. Al efecto se ha aparcado un pequeño acoplado a cuya vera atrona el equipo de sonido. En ese escenario se hará presente, abriendo el fuego de actuaciones en vivo, el grupo Los Cachapeceros liderados por Killo Cisneros quienes desgranarán un rimero de temas del litoral con bandoneón, acordeón, guitarra y bajo eléctrico. Y por supuesto, las glosas del inefable conductor, hombre de muchas palabras.
A continuación Los Chilalos sumarán su aporte de música tradicional santiagueña entonando zambas y chacareras en trio ante la ausencia forzada de uno de sus integrantes.
La fiesta continúa con otros aportes musicales para deleite de una nutrida concurrencia que llevará en sus sentidos los ribetes de una jornada inolvidable.

Un párrafo aparte y merecido encomio para todos aquellos hombre de a caballo que desde distintos puntos de la zona se llegaron hasta los Ponti para colaborar con su sapiencia y habilidades junto a los empleados propios de Sol de Mayo. Es un gusto verlos en sus caballos de buen paso, con sus atalajes completos y la vestimenta típica de la región, bien pertrechados y las infaltables canilleras para salvaguardarse de rosetas y cadillos. A la hora del sosiego se los ve, sonrientes y paternales, levantando con orgullo a sus hijos de pocos años mientras a su lado acompaña casi en silencio la compañera de sus dias, el irredento motivo de sus afanes cotidianos.