Palpitando el Festival del Itin
Cofradía. Bandoneón, guitarras, bombo, asado, vino y muchas historias. El
Gringo Maquina, hermanos, hijos, adláteres, desde Santiago Capital, Pico
Gordillo y Reina desde Buenos Aires y Kito Carabajal de Quimilí compartieron
horas inolvidables en la añosa casa de Roberto Ruiz, que pertenece a su
familia, antiguos pobladores del lugar..
El pasado sábado 20 de enero de este año 2018 en pañales, estaba
programada una nueva edición del Festival del Itin, en Villa Brana, Dpto
Moreno. La Diosa Natura no acompañó al evento y en la mañana del dia señalado
una copiosa lluvia hizo agua las buenas
intenciones de los organizadores, la Comisión Directiva del Club Atlético Villa
Brana, entidad novel que vino a reemplazar al mítico Obreros de los tiempos
lejanos de hacha y quebracho, materia prima de la voraz fábrica de tanino
emplazada en la cercana Weisburd.
En aquellos lejanos, tan lejanos que hasta parece un sueño, buenos viejos
tiempos, la empresa ferroviaria General Belgrano extendía sus venas de hierro
en el ramal Quimilí-Las Tinajas, transportadora de la abundante riqueza
forestal de la zona hecha durmientes, postes, carbón etc. Lo que parecía
inagotable veta comenzó a flaquear decretando
en lejanos escritorios la inviabilidad de una epopeya que dió vida,
comunicación, agua en veranos de fuego y miles de historias y misterios de
adiós sembrados por el tren, como dijo el poeta.
Resabio de ese pasado de sudor y trabajo Villa Brana sufrió la declinación
propia de tantas poblaciones de similar contexto, solo quedó la estación con
sus andenes desiertos, las playas vacías, las vías muertas y la campana de
bronce que trajeron los ingleses, con un tañido atragantado en un sopor de
tristeza y de silencio.
Como un ser que se debate en las últimas manifestaciones de la vida la
gente no se resignó a este triste destino y luchó y lucha por una subsistencia
difícil pero posible. Vino un nuevo dueño de la tierra que de un plumazo y
alambre mediante corrió ( y nunca mejor usada la expresión) a todos para el
otro lado, a la vera del canal que trajo el agua de la cuenca del Salado.
Casas humildes con techos de tierra, de esos que se gotian, pero con
Direct TV y ruidosos grupitos electrógenos, rugientes motos de toda laya,
alguna que otra majada que trisca en el monte y la total ausencia de aquellos
viejos cercos poblados de coys que en el verano reventaban de sandías, zapallos
y calabazas y rubias mazorcas que se acopiaban en rebosantes trojas. Esa es la
tónica de la actual población.
Ahora llegó la luz eléctrica y eso es algo lindo. Muy lindo. Las noches no
son tan noches si hay focos prendidos aquí y allá, iluminando la pobreza que, a
decir verdad, ya no duele tanto.
LA FIESTA QUE NO FUE
En el marco descripto a vuelo de pájaro y con la expectativa que es de
imaginar se esperaba la fiesta del Itin, que como todas las cosas comenzó
tïmidamente y que con el correr de pocos años
derivó en una envergadura que involucra a toda la región: Catamarca, Las
Tinajas, Mercedes. Amamá (Apapá, como decía en son de broma Coco Rodriguez, un
paisano que aparecerá más adelante), Weisburd, Tintina y otras localidades.
El hombre propone y Dios dispone y Dios dispuso que el sábado lloviera no
a cántaros pero si en forma calma y
persistente, A eso de las once, el daño, si es que fue daño, ya estaba hecho. La
lluvia cesó pero la fiesta ya había sido suspendida.
La casa que fuera de Doña Celsa de
Jesús Montenegro, que trajera a la vida doce hijos en connubio con Fortunato
Ruiz, comisario de aquellos, es la única en pie de este lado del alambre.
A unos 200 metros se yergue, exactamente al frente, la casa que fuera “la
sala”, como se denominaba antaño a la edificación siempre señorial donde
funcionaba la administración, almacen y centro neurálgico de la explotación.
Ama y señora durante muchos años de esa sala fue doña Angela de Perez, apodada
“Doña Runí”, apócope de vaya a saber qué denominación. Pero esa es otra
historia..
La casa de Doña Celsa, fallecida el 29 de septiembre de 2011, a solamente
ocho meses de cumplir cien años, se llamó a silencio, nadie vivía allí. Techos altos, de pasto y tierra,
reforzado con plásticos para evitar las goteras, horcones de quebracho
colorado, varas y tablones de algorrobo, fue una coraza para cobijar tantos
momentos felices compartidos y algunos
otros, que duda cabe, de dolorosa connotación.
En el interior esperando en vano el regreso de la dueña quedaron mesas,
aparadores, atiborrados de elementos de cocina, camas y por supuestos cuadros,
fotos en las paredes encaladas, que resistieron el paso del tiempo hasta que un
dia una rama del viejo árbol, Roberto, jubilado de sus oficios en Buenos Aires,
no supo o no pudo aguantar la nostalgia, las famosas “saudades” de los
brasileños y se vino de la gran ciudad a despertar al gigante dormido de los
recuerdos.
Alli sentó sus reales el hombre. En los días previos a esta fecha de
marras, cayó al jaguel un paisano montado en un brioso Toyota Etios de color
blanco acompañado de su donosa que más que donosa es Reina, de nombre, oriunda
de Weisburd. Matrimonio de muchos años radicados en “la capi,viste”, padres de
tres hijas, profesionales todas ellas en distintas disciplinas, el hombre es
“Pico” Gordillo, hijo de Don Gordillo, enfermero durante décadas de la sala de
primeros auxilios, y Doña Panchita, una miel hecha persona, hermano de “ la
Lila”, gran mujer, también enfermera, todos ellos fallecidos pero vivos en el
corazón de su hijo y en esas paredes de la vieja casa, todavía enhiesta, a
poquitos metros del portón de entrada a la estancia, porque aunque nos duela
decirlo, Villa Brana es una estancia, un pueblo que tiene dueño.
LA FIESTA YA HA COMENZADO
Estaba previsto desde tiempo atrás para esta ocasión la presencia de unos
villabraneros, de nacimiento unos. de crianza otros, radicados en Santiago
Capital. Perdidas las esperanzas de que lleguen los foráneos por la ingratitud
del camino a Amamá cuando llueve. el anfitrión, junto a sus visitantes se
disponían a dar cuenta de una rica comida preparada por Reina cuando los
sentidos se encabritaron por un ruido de motores corporizado en dos robustas
camionetas Ford de las cuales dieron pie a tierras siete paisanos, más de uno
de robusta contextura.
Los abrazos se sucedieron con ruido a aleteo de caranchos y cuando se
disipó la emoción el cronista pudo acceder a la identidad de los recién
llegados. El mayor y voz cantante del grupo, por decirlo de alguna manera, “ el
Gringo Maquina”, sin acento, sus hermanos Cacho y “Turi”, sus hijos Juan Manuel
y Mariano, el primo Coco Rodriguez y Walter, un hijo del corazón, buen bombisto
y “cebador”, pero no de mate. Sacó un diez en el examen de esta profesión.
Apenas apeados los infrascriptos se dieron a la ímproba tarea de hacer
fuego, ante la mirada socarrona de los lugareños pero que no puede un paisano
con hambre a la una de la tarde. Dos conservadoras así de grandes se asentaron
a la vera de la vieja cocina de doña Celsa, a la cuasi sombra de la ramazón de
un añoso algarrobo sostenida, por si las moscas, por una estaca.
De ese continente emergieron a su debido tiempo o sea ahí nomás unas
botellas de oscuro líquido, rubia cerveza, hielo como para hundir el Titanic y
tiras y tiras de asado. Hasta mientras y como para que el tinto no caiga en
vacío Reina sirvió una fuentada de fideos con salsa y carne que recibió los
honores del caso.
A la hora y media, cosa e Mandinga, la carne, orgullo de esta tierra,
convertida en doradas tiras estuvo servida en la mesa. Aquietados que fueron
los apetitos epícúreos, no se que quiere decir pero suena lindo, llegó el
momento de sacar las herramientas de trabajo. De un oscuro cuadrilátero emergió
el instrumento creado por el alemán Band, trasplantado a esta tierra hasta
convertirse en el señor de los carnavales de piso i tierra i oloroso a pólvora
por el crepitar de los “cuetes”.
Ya pelaron su guitarra Cacho y Coco, “Pico” trajo la suya, casi vírgen de
estos entreveros, que cayó en la manos de quien escribe, que dicho sea de paso no
le tiene envidia al sapo porque también sabe saltar. Como “muletto” quedó la de
Roberto porque hacha para cortar leña no había pero guitarras…
En la memoria del escriba, que no es de un solo hervor, supo recalar en su
lejana infancia la borrosa imagen hecha leyenda de un bandoneonista, animador
de las fiestas, a quien se conocía como “Maquina¨, apellidado Abregú. Era
trabajador de la industria forestal en la atención de distintos tipos de
máquinarias, ya sea de aserraderos, chorbas, etc, a quién los rusos Weisburd en
su trabajoso castellano apodaron “ Maquina”, sin acento, reitero.
Este “Gringo Maquina” que vino de
Santiago, hijo de aquel, y que me abrazó como si fuera un hermano que pudo
conocer después de muchos años, adquirió estatura de gigante cuando comenzó a
“mantiar” el fuelle color marrón ornado de filigranas. Walter puso el bombo
entre sus piernas, Cacho cantó una hermosa chacarera y comenzó la fiesta,
carajo, la que vinimos a vivir y de la cual quizás no estábamos enterados.
Porque estas cosas no se programan como un festival al que lo ataja el agua
como un yanarca, a pocos metros del viejo corral de las chivas de Doña Celsa,
la fiesta, la auténtica fiesta del itin había comenzado.
CANTOS Y CUENTOS
Bien regados eso si, para qué uno
se va a hacer el abstemio. Aparte de buen dente de buen garguero también y
acompañando el consumo la música: chacareras, chamamés como para hacer dulce
mientras pasaban las horas como si nada. Tema aparte los chistes, cuentos,
aros-aros, anécdotas, sucedidos, en fin, de todo. Una cosa es contar y otra
vivirla. Descollaba en esta disciplina Coco Rodriguez, hombre de 70 largos que
supo andar muchos caminos como conductor de camiones, colectivos, etc. Después
Cacho, Turi, el Gringo, quién les cuenta, Pico, en fin nos quitábamos para
contar. Y Roberto que cada rato lo hinchaba a Coco reclamándole porque no lo
había traido a un pariente Cutulo, Tuculo, no me acuerdo ahora.
Mientras tanto algo pasaba en el Club a pesar de la suspensión, ponían
música. A la noche después de cenar fuimos hasta allí. Había buena cantidad de
personas, changada especialmente, que bailaban cumbias, pero el equipo de
sonido era por demás precario, así que regresamos a la base sin mayor novedad.
A dormir. Hasta mañana.
EL DIA DESPUES
Unos en catres de tiento, otros en los vehículos, varios en dos carpitas,
la cuestión que a la mañana hicimos un recuento de efectivos y estábamos todos
en más o menos buenas condiciones. Consumido un refrigerio matutino, en una
hermosa mañana de cielo despejado, algunos con Roberto a la cabeza, armado con
un machete, se adentraron en la espesura en busca de leña para activar el
horno.
Otro contingente, al parecer más “coshkulo” , hizo arrancar las camionetas
y se fueron con intenciones de comprar cabritos, cabrillas, lo que se les cruce,
Volvieron a la hora y media con los animalitos carneados y uno en pie para
criar, dijeron. Mientras tanto el horno estaba a punto, preparada que fue la
víctima propiciatoria del jolgorio, en una asadera “ al hoc”, Walter se encargó
de la supervisión. A la hora de la pitanza el Gringo opinó: A este horno le ha
faltao fuego. Si, iá te lo vua hacer fuego arriba el horno también, se atajó
Walter.
El dia anterior el almuerzo fué regado con vino Canciller cuyos envases
quedaron como para delimitar varios canteros, en la oportunidad a falta de un
vino de prosapia se tuvo que apelar a un lugareño y proletario tetra break
marca Padrino de Oro que andaba de mano en improvisados vasos hechos de la
mitad de botella plástica de tres litros, eso si con soda y hielo.
Y otra vez a los postres salieron a relucir los instrumentos. En la
víspera después que el Gringo tocó un buen rato apelando el firmante a un tono
lastimero, tímidamente pidió el instrumento porque supo ser del oficio años ha.
Muy amablemente el dueño cedió el útil y de a poco el músico de otrora comenzó
a rebobinar viejos éxitos con los que supo hacer bailar a más de una briosa
paisanada.
Así transcurrió este encuentro en el que quedó sellada una amistad, más
que amistad, una hermandad, con esta hermosa gente, intercambiando a la hora de
la despedida números de teléfono como se estila ahora, para que en alguna otra
ocasión, ojalá no tan lejana, programar otro encuentro en el cual revivir estos
momentos que a la distancia de los pocos días transcurridos saben a miel sobre
hojuelas por lo intensos y sinceros. Gracias hermanos y hasta la próxima guitarreada.
PERSONAJE
|
ACLARACION
Esta foto es una humorada de Roberto. En la mañana del
sábado el trovador entonaba sus canciones y la somnolencia de Pico es efecto de
los medicamentos que tomó un rato antes. Aprovechó el fotógrafo para jugarle
una broma.
|
PICO GORDILLO
Ya están escritos los datos básicos de este hombre que nació, se crió en
Villa Brana y al que un dia los sueños le hicieron anhelar un futuro mejor,
como a un buen santiagueño que se precie, en la gran ciudad.
Transcurrida su vida en un contexto de trabajo y honestidad conformó una
hermosa familia hecha de logros y coyunturales sinsabores que le dieron mayor
valor a lo conseguido. Más allá de esta realidad el amor al terruño natal
siempre estuvo presente en sus pensamientos hasta que un dia se le dio por
plasmar en la prístina blancura del papel aquello que venía bullendo dentro de
su pecho.
Ha escrito una prosa en la orfandad literaria pero allí donde le falta ciencia
le sobra la sinceridad y el color. Color y calor, a siestas andadas, a sabor de
piquillín de los montes, de dulzura de tuna, al silbido de un iutito pobre
desafiando al changuito hondeador.
Buen hombre, como esos viejitos y esa hermana que duermen en un misterio
de tierra, acompañado de su fiel compañera vino a esta su Villa Brana con ganas
de decir sus prosas en el festival que no pudo ser. Otra vez será, hermano Pico,
mi guitarra te estará esperando para ser la dulce compañía de tus palabras
nacidas del corazón. Aquí está una muestra:
CAUSASCKA
A Villa Brana
Suj quillay atun acunó mi sueño en mi adolescencia
En medio del patio un catre de doble cruceta y cuatro largueros
Me dieron sus brazos en mls largas noches de fresco rocío
En el universo millones de estrellas me dieron su lumbre.
Toda Villa Brana sámay puñuy upallay tutaymaj
tutay es serena no vibra ni el canto del grillo en la oscuridad
sujeta un arado su filosa reja clavada en la ashpa sinchi
lo deja parado pasará la noche como abriendo el surco.
Clavada una estaca de quebracho blanco y tujsi en horqueta
Bajo un algarrobo pasarán la noche la zorra y el hacha
Adentro del rancho sus fuerzas tucushcka pensando en mañana
Puñuy sámay el que va a sembrar con los jornaleros y con los hacheros.
Urapi itin atun se siente el aroma de tientos mojados
Donde el artesano a pura destreza prepara orejeras
Maneas trabajadas, lujosos bozales y lazos trenzados
De largos alcances hombres de a caballo lucirán su arte.
Ya viene aclarando, el canto del gallo, despertó su silencio
Alumbró el lucero en el universo y nos dio su brillo
Despertó el obraje, cada poblador, escarba el fogón
Bajo las cenizas machasckay quillisma que dejó el tizón.
Cargan los braseros, en sinchis chiriscki nos da su calor
En las negras pavas brincan las tapitas cuando hierve el agua
De bella gragancia perfuma la yerba del mate cebado
De manos del hombre que choncka y micuy ñitishcka ushpera.
A campo traviesa ya salió el hachero rupaj o chirishcki
El sabe de cuantos misterios brindan a su paso los rayos del sol
Cuando a paso firme cruza la espesura de los sisa ckellus