Un lugar con mucha historia en Quimilí
La ciudad cuenta con lugares que pueden considerarse históricos, por ubicación y prosapia en el contexto fundacional de una comunidad más que centenaria donde por una u otra circunstancia se amalgaman sentimientos y tradiciones,
Uno de ellos es la convergencia de las calles 25 de Mayo y Sarmiento a la que con un poco de pompa y mucho de circunstancia denominamos microcentro. En ese ámbito se encuentra el emprendimiento comercial denominado La Vieja Esquina, una conjunción de rubros en los que se reivindica especialmente la calidez, el sabor y esa extraña simbiosis que une a los argentinos con el café.
Más que una costumbre un rito, de esos cinco minutos y un poco más de la pausa para saborear la infusión que llegó desde el trópico y ha quedado incorporada para siempre a nuestra vida cotidiana.
Historia
Cuando se habla de historia de esa esquina uno no puede menos que evocar con mucha nostalgia a la Confitería Cadenas, la del inolvidable ¨Gordo¨ Tito, continuador de esa dinastía fundada por el ibérico José Baltazar Cadenas quién como en aquel primigenio puerto de Buenos Aires desembarcó en Quimilí del tren de pasajeros del Ferrocarril Belgrano donde trabajaba como cocinero y se quedó para siempre.
Cuando la modernidad y el progreso que da la presencia del asfalto era totalmente una utopía Quimilí tenía dos baluartes únicos donde concurrir en busca del esparcimiento y la cotidianeidad que daba apoltronarse en silla y mesa a esperar la atención del mozo vestido con el tradicional saco blanco de tela basta y una bandeja de aluminio gastado a fuerza de agua y estropajo.
Esos lugares eran las Confiterías El Molino, el predio de los Hernández luego de los Herrero, de mozos y empleados legendarios como Fidel Chavez, Mario Falcón, Pocho Navarrete, solo por nombrar algunos.
Y la no menos legendaria Confitería Cadenas, que como todas las que se precien en el rubro fueron lugar de diversión, estar un rato al cohete y para los íntimos una trastienda donde el escolazo: billa, truco, loba o cubilete eran la manera corriente de esperar el nuevo dia hasta que un empleado somnoliento tumbara las sillas sobre las mesas apurando el barrido del local con escoba y las sobras del café de máquina.
Luego se agregó Espartaco, también con rica historia en los tiempos del inefable Antonuco I, y en ese interín la Confitería Cadenas hizo mutis por el foro para siempre, salvo un breve lapso en manos de nuevo dueño.
Durante muchos años la esquina quedó huérfana y en ominoso silencio, del cual vino a rescatarla hace un par de años el emprendimiento que encabeza el Ingeniero y Profesor Pedro Vicente, con su esposa Noli como segunda de a bordo.
La variedad de la oferta comercial llámese confitería tradicional, bebidas al tono, amén de heladería amplísima en sabores, repostería y buenas mozas ha vuelto a poner en la palestra un espacio del cual Quimilí puede sentirse orgullosa.
Hay ciudades de mayor densidad demográfica y no se quiere hacer nombres para no pasar por soberbio, que distan de tener una variedad de espacios similares y La Vieja Esquina, a fuer de sinceros, es digna y orgullosa representante de aquella vieja prosapia confitera y de los amantes habitués de la charla larga y distendida, algo que los italianos denominaron certeramente como el ¨dolce far niente¨.
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