sábado, 1 de enero de 2011

A VUELO DE PAJARO

LA REPRESA DE SANTUCHO



Tal era el apellido, allá lejos y hace tiempo, del dueño del terreno aledaño a las vias del ferrocarril donde supo haber una depresión del terreno en la que se depositaba el agua de las lluvias para conformar una represa que ejercía un extraño influjo en los mozalbetes de la época. No exenta de peligrosidad por cierta zona por demás profunda no era óbice para que a la hora de la siesta el reservorio se convirtiera en el natatorio por excelencia de los changos. Hasta uno de los integrantes de los “ Copla”, cuyo padre fué gerente del Banco Provincia, se acuerda que en esos tiempos se juntaba con algunos aborígenes de su generación para escaparse hasta la represa de Santucho. Es que, obviamente, al carecer esta zona de espejos naturales de agua la atracción para esos menesteres era la famosa represa. Antaño el camino a cuya vera se encuentra la depresión solía ser el que unía esta región con el Chaco. En mis años mozos, recuerdo, pasó por Quimilí una etapa del Gran Premio de Turismo Carretera y fué a pocos metros de ese lugar que se rompió el motor del auto de Carlos Marincovich y que con ojos desorbitados contemplé el mar de aceite de ese bólido que para nosotros era familiar por sempiternas lecturas de la revista El Gráfico o Goles. Hace unos dias, al hacer una nota sobre esa lacra de cielo abierto que es el ex basural, al volver pasé por allí y contemplé un rato el lugar al que uno asocia con viejos recuerdos de tiempos idos y “ no volvidos”.

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