sábado, 25 de septiembre de 2010

RECUERDOS DE EL PERTIGO, LA CUNA DE MI NACENCIA

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Hace unos dias trasladé a mi esposa y mi suegra hasta Villa Brana donde éstas debían cumplimentar promesas ante la Vírgen de la Merced con motivo de celebrarse esta festividad tradicional en ese ámbito pueblerino, lugar natal de Doña Nancy y de décadas de residencia de Doña Celsa, quién a la sazón ya lleva hilvanados juveniles 98 años.
Para ello desandé los kms hasta Weisburd y luego pasé por El Pértigo, lugar donde mis ojos vieran la luz por primera vez hace una buena punta de años. Detuve el andar donde supo estar la casa solariega, a la vera del camino ¨nacional¨, como solíamos decir antaño aunque haciendo honor a la verdad es una ruta provincial.
Esta era una sólida casa con horcones de quebracho colorado y techo de pasto, tierra y chapas. Enfrentado al norte una galería, luego un amplio salón donde mostrador, estantes, mercaderías de todo tipo y piso de tierra conformaban el almacén de ¨ramos generales¨ en el que mi papá, Juan Bautista Carabajal, oriundo de Clodomira, atendía la clientela.
Hacia la parte posterior estaba el comedor, los dormitorios y más allá la cocina, ámbito en el que trajinaba mi madre, Doña Ernestina, rubia y de ojos celestes como la pulpera de Santa Lucía, también de la zona de Clodomira.
Unos metros más al fondo, distancia prudencial por razones obvias, estaba el corral de las chivas que siempre supimos tener y en el que en las mañanas tempranas se solía cumplir con las tareas inherentes a la crianza, entre balidos de cabritos retenidosl mientras la majada se dirigía al monte cercano en busca de su subsistencia.
Al frente un amplio patio que en épocas pretéritas solía cobijar animados bailes de carnaval, aquellos de sábado, domingo, lunes y martes continuados como marcaba el color rojo de los almanaques.
Para la ocasión mi papá compraba un vagón de cerveza Quilmes que el tren dejaba en la vía segunda a su paso para Las Tinajas y que había que descargar en las pocas horas que demandaba el regreso del convoy.
La gente venía de los alrededores en zorras y acampaban hasta que pasaban los jolgorios carnestolendos, diversión que compartían sanamente porque mi memoria ni la de mis hermanos mayores guardan recuerdos de que sucediera algún incidente de proporciones, nada que ver con los tiempos actuales en los que hasta una fiesta de bautismo no es extraño que termine a los sillazos.
El Pertigo, por ese entonces, era asiento de la cuadrilla de Vias y Obras del Ferrocarril Belgrano, encargada del mantenimiento de las vias ferreas y conglomerado que aglutinaba a trabajadores con sus respectivas familias originarios de localidades vecinas algunos pocos y de otras provincias los más.
De aquella casa, nuestra casa, hoy no queda nada. La fotografía que acompaña la nota lo dice todo.
Ese resto de árbol reseco que abre sus ramas como brazos que se elevan al cielo como implorando algo es elocuente, es o era un pacará que tenía en el nacimiento de las ramas como una represita donde se juntaba agua.
En la actualidad de población poco y casi nada, solo tres o cuatro familias. Y alrededor explotaciones agropecuarias que le han puesto alambre hasta a la vieja escuela, un centro de estudios a la que nunca fuímos por lo menos los más chicos, porque desde el primer grado trajinamos la ¨escuela provincial¨.
Tantos recuerdos: la jardinera tirada por mulas en la que prácticamente nos criamos, la estafeta de correos un kilómetro adentro, en la ¨sala¨ de los Avalos, la estafetera que retiraba la correspondencia del tren y los que teníamos interés en recibir alguna carta que acompañábamos a la encargada hasta la oficina en rumorosa cofradía.
El tren de los martes, jueves y sábados, toda una ceremonia en el par de minutos que se detenía para el descenso de algún ocasional pasajero mientras mi padre y otros vecinos le ¨exprimían¨ el agua a los tanques de la locomotora.
Hoy es solo un recuerdo, un rimero de vivencias que acompasa el corazón al conjuro de las cuerdas de la guitarra de mi hermano Chango, el mayor de los varones ya fallecido, que aprendió a pulsar el instrumento por vaya a saber que lejano atavismo y que nos fué ¨contagiando¨ cual efecto dominó, a los demás en eso de la prima y las bordonas.
Es la primera vez en mi vida que se me dá por rememorar estas cosas, las quise compartir con Uds, amigos, ha sido un gusto. Un abrazo.

KITO CARABAJAL







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6 comentarios:

  1. hola kito, nos vimos hace unos años en quimili cuando fui con mis hermanos y mi mama, vivimos en el pertigo y no pudimos estar en contacto con vos
    espero leas esto y te comuniques conmigo.. lost_yo@hotmail.com, comunicate, un abrazo

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  2. Norma Montenegro8 de marzo de 2012, 9:58

    Qué emoción!, ayer estuve buscando nombres de familias de Santiago y mi madre que está mayor y nació en Santiago del Estero en Mistol Pampa, me hablaba delPértigo, del Bravo, en fin de todos los parientes, apellidos como Cura, Montenegro, por supuesto Caravajal en fin....si fuera posible me gustaría comunicarme, tengo 63 años y en mi familia (todos de Santiago) se hablaba de ese almacén de ramos generales....de todos modos gracias por ese relato, era así ese lugar, fue muy emocionante.
    Un abrazo sentido. Norma

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  3. Perdón soy Norma otra vez, mi correo es "azulprana@hotmail.com"

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  4. http://www.peliculasyestrenosrmvb.net/

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